sábado, 4 de agosto de 2012

La Mara en Honduras


Las maras, su origen y llegada a Honduras

Considerados por los extremistas como un cáncer de la sociedad, las maras ocupan en este momento un sitial de estorbo dentro de un país sediento de trabajo, algo que no aparece en el diccionario de estos jóvenes, a quienes unos ven como víctimas del sistema, mientras la mayoría los agrupa del lado de los delincuentes.
La frase nunca tantos debieron tanto a tan pocos es todo lo contrario cuando se habla de las maras, pues en todo caso será que nunca tantos sufrieron tanto por tan pocos y es que el efecto demoledor de los pandilleros es algo que afecta al grueso de una nación cargada de heterogéneos problemas. Pero las maras no son "Made in Honduras'', este es un parto que vino del país más poderoso del mundo, ese que muchos buscan por un sueño, ese que casi siempre acaba en pesadilla. De ese país nos vino esa epidemia más letal que el dengue hemorrágico y más contagioso que el Ébola. A lo largo de seis capítulos vamos a analizar todos esos detalles alrededor de estas pandillas juveniles, pero para ello es necesario ahondar primero en las raíces, es decir en los orígenes de estos grupos.

Antecedentes de las maras
En Estados Unidos, desde finales de la década de los sesenta e inicios de los setenta y al terminar la prosperidad económica que se dio después de la Segunda Guerra Mundial, la clase gobernante y sus representantes lanzaron ataques contra la clase obrera y su nivel de vida. Trataron de desbaratar los sindicatos, despedir a grandes cantidades de trabajadores de sus empleos, aceleraron la producción en los talleres, y redujeron los programas sociales.
Este asalto contra el nivel de vida encontró su expresión más salvaje en las secciones centrales, superdotadas de minorías y paupérrimas de las ciudades mayores. En Los Ángeles, las zonas Central-sur y Este sufrieron el cierre de fábricas industriales y, por consecuencia, la eliminación de miles de empleos que requerían labor experta. El desempleo, la pobreza, las viviendas de calidad inferior y las reducciones en los servicios gubernamentales aumentaron estrepitosamente.
Los edificios escolares se convirtieron en ruinas superdotadas carentes de fondos. El abuso de las drogas, sobretodo de la cocaína en piedras, aumentó bárbaramente en muchos de estos distritos. Las calles comenzaron a llenarse de jóvenes desocupados, que en grupos comenzaron a organizarse en lo que ellos llamaron pandillas, compuesta por muchachos sin trabajo, sin futuro, de hogares disueltos, en definitiva, vulnerables a la perdición.

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